Estamos en una carrera contra el tiempo, y el reloj climático no se detiene. Cada ola de calor, cada bosque incendiado, cada especie perdida es un mensaje claro: el planeta nos está pidiendo acción, no excusas. Si seguimos posponiendo las decisiones difíciles, pronto descubriremos que ya no habrá decisiones posibles.
Durante demasiado tiempo hemos tratado la crisis climática como un problema del futuro, algo lejano, casi abstracto. Pero el futuro ya llegó: está en los incendios que devoran continentes, en las lluvias torrenciales que destruyen comunidades enteras, en las cosechas que se marchitan antes de florecer. No se trata de salvar al planeta, porque la Tierra sobrevivirá sin nosotros. Se trata de salvar las condiciones que hacen posible la vida humana tal como la conocemos.
La buena noticia es que aún tenemos poder. Cada gobierno, cada empresa y cada persona puede ser parte de la solución. Cambiar la forma en que producimos energía, la manera en que consumimos, la relación que tenemos con la naturaleza. No existe una sola acción que lo resuelva todo, pero todas las acciones suman.
El reloj climático sigue avanzando, sí, pero también late la esperanza. Si actuamos con decisión, cooperación y visión, aún podemos escribir una historia diferente: una historia donde la humanidad no fue víctima de su propio descuido, sino protagonista de su redención.
El momento es ahora. No mañana, no la próxima década. El futuro comienza con la elección que hagamos hoy.

